Históricamente el valor del dinero siempre ha venido respaldado por un bien material, casi siempre un metal precioso de entre los que destaca el oro.
El concepto de dinero fiduciario se aplica a aquellos sistemas en los que no existe ese respaldo material, sino que basa su valor en la confianza que la gente tiene en la entidad emisora de los billetes y las monedas.
En la actualidad el dinero de curso legal se considera fiduciario porque su valor en sí mismo es nulo.
Los billetes por ellos mismos carecen de valor y el metal con el que se fabrican las monedas no posee el valor que representan.
Un billete puede ser utilizado para cambiarlo por un bien y si ese bien es vendido, será recuperado el valor que se pagó por él o incluso un importe mayor en dinero.
Esto es posible por la confianza de las personas en la entidad que emite el billete, normalmente el banco central del país o el propio gobierno.
Además la certeza de que el dinero será aceptado por cualquiera a cambio de otros bienes o servicios, también le confiere su valor.
El dinero fiduciario y la economía.
El dinero fiduciario ha sido en las últimas décadas un gran motor de crecimiento en la economía; su capacidad de ser utilizado en los intercambios entre la sociedad y la confianza que esta deposita en él, son los que le otorgan el poder de mover la economía. Pero a su vez en periodos de recesión económica este tipo de dinero acelera la caída del ciclo, cuando no fluye el crédito el ritmo de la economía se ralentiza y al subir los precios de los bienes y servicios el poder adquisitivo de la moneda en cuestión disminuye. Todo este entramado es controlado por los bancos centrales a través de sus políticas monetarias.